La imagen que encabeza este artículo de opinión (aquí podéis verla ampliada) es una satírica caricatura realizada por el dibujante Joseph Keppler para el magazine «The Puck» y se publicó el 23 de enero de 1889… vuelvan a mirar la viñeta, fíjense en todos sus detalles y de nuevo, recuerden el año… 1889.
Para quien no se mueva con soltura en la lengua de Shakespeare diré que la viñeta (titulada «The Bosses of Senate», los Jefes del Senado), es una cruda representación de la manipulación del poder político por las industrias (mayoritariamente monopolios) de la época. Entrando por la gran puerta, especialmente preparada para ellos, y ocupando la posición dominante del Senado podemos contemplar a los bien cebados lobbys y monopolios cuyos cuerpos gordos y bien alimentados adoptan la forma de una bolsa llena de dólares. Allí se dan cita los representantes del petróleo, del acero, la banca, el carbón… todos en la parte superior del escenario político que preside un cartel: Senado de los monopolios, por los monopolios y para los monopolios… mientras, al fondo, una pequeña puerta cerrada con un gran candado: Entrada de la gente.
Mercados dirigiendo políticos… Una viñeta del siglo XIX que, desafortunadamente, sigue vigente en nuestros días. Un salto en el tiempo de más de de 120 años sin que parezca haberse producido ningún adelanto o mejora significativa.
Esta viñeta es más actual, se publicó hace un par de días y pertenece a «el roto«. Una visión preocupantemente idéntica a la publicada por Joseph Keppler en 1889 que nos pone claramente sobre la mesa unas cartas que llevan sin modificarse siglos.
En este último siglo hemos vivido graves crisis económicas seguidas de periodos de bonanza. El ciclo económico muestra sus altos y bajos demostrando que existen subidas y bajadas. Crisis, seguidas de recuperaciones que vuelven a convertirse en crisis para volver a salir de ellas.
Sin embargo, existen otras crisis de las que no hemos salido ni parece que vayamos a salir. Crisis que se han incrustado en nuestra forma de vida y no sólo no presentan mejoría sino que, como un cáncer, se extienden y se generalizan. Son más preocupantes que la económica y en ellas pueden contemplarse las ruinas de unos sistemas antiguos y desfasados que sin embargo, nos las siguen vendiendo con una aparente imagen moderna.
Crisis de la Democracia.
El próximo 20 de Noviembre tendrán lugar las elecciones generales y estoy convencido de que aún habrá gente que hable de «la fiesta de la democracia». Es posible que, en los primeros años y tras el fin de una larga dictadura, esta expresión sí tuviera su significado pero, después de casi 40 años y en pleno siglo XXI, creo que introducir un papel en una urna cada cuatro años constituye a estas alturas un evidente estancamiento.
Evidentemente, es una opinión personal y discutible, pero que en 2011 el poder de un ciudadano y el ejercicio real de su soberanía aún siga siendo elegir entre las inexistentes posibilidades que ofrece un sistema eminentemente bipartidista, es un triste bagaje democrático. Nada parece haber cambiado ni evolucionado democráticamente desde aquel 20 de Noviembre de 1975.
Los avances técnicos, tecnológicos y sociales no han ido acompañados de avances en la representatividad. Nuestro sistema democrático se ha vuelto viejo con los años y no nos ha acompañado en el viaje. Insisto: La democracia hoy en día se limita a introducir un papel en una caja cada cuatro años eligiendo entre A o B, y a mi, esto y a estas alturas, ya no me parece un sistema democrático moderno. Sobre todo teniendo en cuenta que una vez elegido el partido que nos gobernará en los próximos cuatro años, tiene carta blanca para hacer practicamente lo que quiera sin que el ciudadano pueda ni rechistar hasta dentro de otros cuatro años.
Pregúntate qué has decidido tú en los últimos cuatro años y preocúpate por la siguiente cuestión: ¿qué vas a decidir en los próximos cuatro?… nada. Recortes en ciencia, investigación, educación, pensiones, sueldos de funcionarios, cambios en la Constitución, rescate de bancos y cajas con dinero público, acuerdos militares y de defensa… y el ciudadano, tú y yo, tratados como niños: se mira pero no se toca… bienvenidos al SPQR del 2011, el gran escenario de los mercados, gobernado por mercados y para los mercados.
Crisis política.
Íntimamente relacionada con la crisis de sistema y seguramente responsable de ella, vivimos una crisis aún más preocupante: la crisis de la clase política. Actualmente tenemos la camada de políticos más vergonzosa e ineficaz de la reciente historia de la democracia. Todos, sin distinción de partido al que pertenezcan. No existe ningún político salvable, todos absolutamente todos suspenden en alguno (o directamente, en la mayoría) de los aspectos necesarios para gobernar con diligencia un país.
Necesitamos buenos gerentes, administradores eficaces y sin embargo tenemos políticos. Actualmente, la definición más precisa de político que se me ocurre es esta: «Político, señor o señora que han decidido vivir de la política«. Una persona que desde joven se afilió a un partido y ya no se dedicará a otra cosa durante las próximas décadas. Políticos de larga duración, para toda la vida, sin renovación posible salvo por otros como ellos.
Políticos manejables por los mercados. Políticos corruptos, incluidos sin problemas de conciencia en listas por sus propios partidos. Políticos mentirosos. Políticos que se contradicen de un mes para otro y que no se averguenzan cuando tiras de hemeroteca y les muestras sus propias palabras. Políticos incompetentes porque no tienen ninguna habilidad diferente a la de saber cómo ganarse una silla de cuatro en cuatro años.
Políticos sin ideas, o ¿alguien cree que alguno de los partidos sabe realmente qué hacer para solucionar problemas en los próximos años? La poca preparación, la incompetencia, mala gestión, corrupción y mentiras de nuestros políticos actuales han llegado a conseguir que nos acostumbremos a sus incumplimientos sistemáticos.
Julio Anguita solía decir: «Programa, programa y programa». Estaba bien en aquellos días en los que alguno podía llegar a creer que un programa servía para algo. Hace ya mucho que los políticos que nos gobiernan (y los que nos gobernarán) dejaron de tener credibilidad y sus programas no solo no se van a cumplir sino que pueden repetidos de una legislatura a otra, sin que hayan hecho nada por cumplirlos. (Lean este post del Teleoperador un breve ejemplo de cómo y, sobre todo, para qué se confecciona un programa: para dar imagen cada cuatro años, nunca para cumplirlo)
Las promesas se quedan en nada y se ganan elecciones simplemente porque el anterior gobierno demostró publicamente ser incompetente, corrupto y manifiestamente manejable por el verdadero poder: el dinero… cuatro años después, las tornas se repiten y volverán a gobernar los que ahora son incompetentes, sin que en el camino haya cambiado nada de su incompetencia, su corrupción o su postramiento a los grandes agentes financieros y económicos.
Hoy por hoy, y con esta clase de políticos nos iría mejor sin gobierno… ¿No me creen? Miren a Bélgica .
Crisis de medios de comunicación.
Enorme. Gigantesca. Desproporcionada. La crisis que arrastran los medios de comunicación no solo se circunscribe al derrumbe de su modelo de financiación, no es el típico y aburrido debate entre periódico de papel e internet, no es solo el formato digital. Es una crisis de valores, de honestidad. Resulta descorazonador y vergonzoso ver cómo la realidad está tan alejada de lo que nos presentan los «grandes» medios que apenas queda una sombra de lo que realmente es.
Vendidos al mejor postor y ante la crisis de ventas, las grandes plataformas informativas se han postrado ante nuevos amos: las ideologías, las economías, los intereses, los patrocinadores, los titulares sensacionalistas, las mentiras disfrazadas y listas para digerir tras pasar por el tamiz de la interpretación.
La realidad es interpretable. Sí, lo es… pero no es deformable, recortable o intercambiable… no debe serlo. El punto de maleabilidad no es infinito y en esta crisis, su límite se está perdiendo hasta convertir la realidad en esperpento.
La objetividad absoluta no existe, pero sí la honestidad y la profesionalidad.
Siempre he sido muy crítico (y aún lo sigo siendo) con el peso y la verdadera influencia en la sociedad de los blogs, las webs, las redes sociales e internet en general. Creemos ser el ombligo del mundo y lo cierto es que ahí afuera, en el mundo real, el gran porcentaje de los ciudadanos conocen lo que ocurre y se informan de la actualidad mediante la prensa en papel, los programas de televisión y la radio. Los medios tradicionales son los que siguen mostrándole al ciudadano qué está pasando y cual es la noticia… y salvo honrosas excepciones, están mintiendo, están deformando y no están siendo honestos.
Para la gran mayoría de la gente, el día a día sigue siendo lo que está escrito en un periódico o lo que dice el telediario y, apoyados en la barra de un bar, entre cerveza y cerveza, terminan llamando perroflauta a un parado que protesta, terminan recriminando a un profesor que tiene muchas vacaciones o terminan convencidos de cualquier titular interesado, manipulado, falso.
Crisis económicas ha habido y seguirá habiendo. Los gráficos económicos están plagados de alzas y caídas, de ascensos y descensos. La crisis económica durará varios años más pero terminará despuntando un nuevo periodo de subidas… sin embargo, existen otras crisis en las que nos hemos estancado desde hace siglos, crisis que no cambian, que no avanzan, errores que se han incrustado en nuestro día a día y que se están convirtiendo en permanentes, en irresolubles, en eternos.
Esta es la viñeta de Manel Fontdevila para el día de hoy, 16 de octubre de 2011… ¿alguien la distingue de la que publicara el dibujante Joseph Keppler hace 122 años en aquel The Puck?
Viñetas de 1889 que siguen reflejando las mismas crisis siglos después.