Después de que ayer un coro de vuvuzelanos me dejara con apenas tres horas y media de sueño, hoy tengo uno de esos días en los que no me apetece nada salvo tirarme en el sofá y escuchar algo de sonido coherente, para variar.
El Concierto para piano y orquesta número 2 en Fa menor, op.21 de F. Chopin con Arthur Rubinstein, debería ser suficiente para reconciliarme con el mundo.
Disculpadme pero lo necesito tras las trompetas del diablo de ayer.