Marzo de 2011. El día había amanecido despejado, algo a lo que están bien acostumbrados en la soleada California. Los pasillos del hotel se encontraban desbordados de caras sonrientes y expectantes. Periodistas especializados, fotógrafos, físicos, ingenieros, familiares… todos rezumaban esa sensación de nervios y la mayoría apenas había conseguido dormir unas horas durante la noche.
Quedaban tan solo unos minutos para comenzar la gran conferencia de prensa y, a pesar de que aún no eran ni las 11:00 de la mañana, en el Hall aparecen las primeras botellas de champán. «¿No es demasiado temprano para empezar a beber?», preguntaba entre bromas Jay Marx, director de LIGO, el mayor experimento para detección de ondas gravitacionales.
Mientras se abría paso entre la muchedumbre pensaba «Habrá una revuelta… me van a colgar… esta vez hemos ido muy lejos«… Entonces, se aproximó a la tarima para dar la gran noticia. Y como un castillo de cartas en un vendaval, la emoción se desvanece en cuanto comienza la rueda de prensa: todo había sido falso. Un test. Una prueba para evaluar su trabajo.
Así comienza mi artículo en la sección de ciencia de El Español titulado “El ardid científico que garantiza que esta vez el hallazgo es verdad“. Puedes leer el artículo completo en este enlace.