En el B.O.E. de ayer 24 de febrero, y mientras todos andábamos pendientes de lo que ocurría en la pantalla del iPad de Celia Villalobos, el Gobierno publicaba dos Resoluciones (1849 y 1850) de la Dirección General de Evaluación y Cooperación Territorial, por las que se publica el currículo de la enseñanza de Religión Católica de Bachillerato.
Se trata de un acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Enseñanza que deja en manos de la Jerarquía Eclesiástica el diseñar los contenidos de dicha enseñanza en nuestro sistema educativo desde Primaria hasta el Bachillerato.
A menudo me encuentro a gente que cree que España es un Estado laico y se echa las manos a la cabeza cada vez que ocurre una injerencia de este tipo. Sin embargo, tenemos que afrontar la realidad publicada en nuestra Constitución: España NO es un Estado laico, es un Estado aconfesional (que no es lo mismo).
En un Estado laico la separación sería tajante y sería imposible que ocurrieran influencias oficiales de este tipo, no obstante el artículo 16 de nuestra Constitución, tras proclamar altivo que en España tenemos libertad religiosa y que nadie será quemado por hereje como en tiempos pasados, añade un punto número 3 donde aunque aclara que el Estado no tiene una confesión religiosa oficial, añade una trasnochada e innecesaria coletilla… bueno, confesionales sí que somos un poco ya que la Iglesia Católica tiene enchufe.
Esa pequeña y breve frase del final del artículo 16.3 de la CE es la base fundamental para que la Iglesia Católica -apostólica y romana que se solía añadir en tiempos del generalísimo- y por encima de otras confesiones religiosas, tenga privilegios y manga ancha para esta y otras tropelías a la razón en las que no entraremos hoy.
Las resoluciones establecen, como viene siendo habitual, la voluntariedad (faltaría más) de la asignatura de religión [católica mayoritariamente] para los alumnos pero la obligatoriedad para los centros docentes de ofrecerla a quien la pida. Un chollo que para sí quisieran otras docenas de religiones.
Una vez que la Iglesia tiene el control total de lo que se imparte y de cómo se evalúa al alumno en esa asignatura, el resto es puro esperpento y vuelta a siglos pasados. Las afirmaciones surrealistas se van sucediendo una tras otra (os animo -si tenéis estómago y el cerebro aún medio dormido a estas horas- a que leáis las resoluciones publicadas en el BOE).
Aún así, y entrando este tipo de acciones dentro de lo que cabe esperar de un gobierno de derechas y católico a ultranza, lo más preocupante de todo es el creacionismo que rezuma todo el texto y que, a la postre será la base por la que se examine y puntue al alumno.
Yo mismo reconozco que de pequeño tuve asignatura de religión, y por supuesto no me escandalizo porque en esa asignatura se ofrezca al alumno la respuesta a la creación del Universo por un Dios (el cristiano) omnipotente, omnipresente y omnivoro… perdón, omnisapiente. Lo que jamás, y mira que di religión hace ya décadas, me dijeron es que nunca voy a ser feliz por mí mismo.
Todas y cada una de las páginas de este Boletín Oficial del Estado (repito: Boletín Oficial del Estado) rezuman principios medievales por los cuatro costados… hasta llegar al creacionismo más absurdo, incluyendo -de manera totalmente injustificada-, una especificación fundamental: A la hora de ser evaluado el alumno deberá reconocer el creacionismo y lo que es más insólito: negar cualquier otra realidad, dato, evidencia o teoría.
La resolución 1850 pasa a convertirse en una de las leyes más retrógradas de los últimos… siglos, poniendo al alumno en la tesitura de, para aprobar religión tener que suspender en ciencias…
PD: Por cierto, Funfrok me pasa también la Resolución referente a la religión islámica y resto de confesiones, aprobada en noviembre 2014, por si también queréis seguir con el festival de materia escolar religiosa.