Hace ya un tiempo escribí un post titulado «Un selfie de 1920» en el que los fotógrafos de la Byron Company de Nueva York se subieron al tejado del Marceau Studio, cogieron su cámara y se tomaron algunas imágenes. Hoy recuerdo aquella breve reseña porque me acabo de encontrar con otra fotografía histórica que bien podríamos decir que es el antecedente (rudimentario, eso sí) de los dichosos y actuales «palos de selfies».
Los protagonistas son Helmer Larsson y su esposa Naemi Larsson que en 1934 vivían en Stöpafors, Suecia, y a falta de iphones para hacerse un selfie, acudieron al mejor amigo del ser humano desde el Neolítico: un palo.