Este verano ha caído en mis manos (prestado de una biblioteca, mientras ojeaba curiosamente con mis hijos el apartado infantil) un genial libro titulado “Tintín: El sueño y la realidad. La historia de la creación de las aventuras de Tintín”, de Michael Farr.
Como ávido lector, una y otra vez, de las historietas de este reportero creado por Hergé he de confesar que no pensaba, en principio, encontrar nada nuevo en el libro excepto curiosidades de las primeras viñetas en blanco y negro, alguna edición “pirata” o, como mucho, alguna tira inacabada o descartada por el autor.
Pero nada más lejos de la realidad.
Repasados cronológicamente, Farr desmenuza uno a uno los álbumes de Hergé, lo que permite constatar cómo el dibujante fue también cronista de la Historia de esa época (“El loto Azul”: invasión japonesa de Manchuria; «El Cetro de Ottokar»: las anexiones nazis; “Tintín en el país del oro negro”: la lucha por el petróleo; «La oreja rota»: la guerra Paraguay-Bolivia; “Stock de coque”: el tráfico de esclavos…).
O el uso de personajes reales para crear los suyos y, sobre todo, las referencias reales y precisas en sus paisajes, ambientaciones, vehículos, arquitectura… que, a pesar de considerarme algo “tintinófilo” hasta ahora no había llegado a apreciar en toda su magnitud.
Fotografía del archivo Hergé y viñeta de “Tintín en el Tíbet”
Y buena parte del secreto, según nos muestra Farr, estaba en unas cajas de documentación que Hergé ordenaba en apartados, algunos inverosímiles (Accidentes, Anuncios, Alpinismo, Billetes de transporte, Hombres-rana, Música-gitanos… ) y que recogen el ingente material que el perfeccionista Hergé fue recortando obsesivamente de revistas, diarios y catálogos de todo tipo pensando que podría serle útil para sus historietas.
El contenido de esas cajas, así como fotografías (algunas tomadas por él mismo), suscripciones a revistas como National Geographic, y su extensa biblioteca dotaban a las viñetas de Tintín de un perfecto realismo; tal vez esta es la clave de su éxito y de su vigencia.
Hoy voy a tratar de mostraros gráficamente algunos de esos ejemplos de realismo e inspiración que Farr describe en su libro.
Tanto si sois lectores de las Aventuras de Tintín como si no lo sois, creo que os puede resultar curioso y divertido. Y, si os ha gustado, no puedo sino recomendaros que os hagáis con el libro, donde podréis encontrar muchos más detalles interesantes.
Portada “Le Miroir” / Hernández y Fernández
Hernández y Fernández (Dupond et Dupont en la versión original) son una pareja de policías casi idénticos (bigote, bombín y bastón son sus tres principales señas de identidad). Sólo se distinguen por el bigote, que Hernandez (Dupont) lleva con dos pequeñas guías o «rabitos», mientras que Fernández (Dupond) no los tiene.
Pese a las apariencias, no hay entre ellos ninguna relación de parentesco.
Se puede suponer, sin temor a equivocarse, que su característico físico y su aspecto general le fueron inspirados por la fotografía de portada de la revista parisina “Le Miroir” (que figuraba en la documentación de Hergé) en la que aparecen dos detectives con bigote, bombín y paraguas escoltando a un detenido.
Auguste Piccard / Profesor Tornasol
El profesor Silvestre Tornasol (Tryphon Tournesol en la versión original) encarna el arquetipo del científico despistado. Su sordera hace que se aísle en un mundo propio, sin enterarse de lo que ocurre a su alrededor, lo que propicia un sinfín de situaciones cómicas.
El inventor suizo Auguste Piccard sirvió de inspiración a Hergé para la creación del profesor Tornasol.
Piccard, amigo personal de Hergé, fue el inventor del batiscafo y estableció el récord de inmersión.
Un detalle en “El Loto Azul”: Fotografía extraída de los archivos de Hergé de una escena callejera en China, y su plasmación en el álbum
Sacado de un recorte de prensa de la documentación de Hergé, el prototipo de un submarino monoplaza alemán, cuya arquitectura general es muy parecida a la que inventó Tornasol en “El tesoro de Rackham el Rojo”.
Entre su extensa biblioteca figuraba este libro de Vicente Blasco Ibáñez. La fotografía de su portada acabó convirtiéndose en león de escalinata en la aventura china de “El loto azul”
El cuidado de los detalles era extremo. Por ejemplo estas locomotoras (la primera a vapor y la segunda eléctrica) que aparecen en la versión en blanco y negro y después en color, respectivamente, de “La isla negra”
Más detalles de realismo: Fotografía del archivo de Hergé del ferry que conecta Inglaterra y el continente, y su plasmación en la historieta cuando Tintín hace la ruta hacia la costa inglesa.También una imprenta de la época incluida en los dossier del dibujante.Otro ejemplo de los avances tecnológicos en los álbumes de Tintín: En la primera versión en blanco y negro de “La isla negra” la televisión es en blanco y negro. En la versión en color la televisión también lo es y su diseño se ha actualizado.
Respecto al mobiliario, vestimentas y accesorios en la obra de Tintín se observa también el perfeccionismo y escrupulosa verosimilitud.
Nada era gratuito ni inventado: ni el abrigo último modelo de Bianca Castafiore (sacado de un catálogo de colección de moda de 1960) en “Las joyas de la Castafiore”, ni los trajes espaciales de “Aterrizaje en la Luna” (un prototipo que estudiaban los científicos en 1954), ni la silla típica de la estética Bauhaus en un club occidental en “El loto azul”.
Detalle en “El Cetro de Ottokar”
Detalle en “La oreja rota”
Detalle en “Stock de Coque”: Kurt, el comandante del submarino que intenta torpedear el “Ramona”. A la derecha, una fotografía del archivo de Hergé de un comandante de un “U-Boot” alemán
No suelo ni me gusta hacer dedicatorias, pero permitidme que este artículo se lo dedique a Ignacio y a Carlos, mis hijos mayores (9 y 6 años), en los que ya se está despertando el interés por estas entretenidas aventuras y, que, como ellos ya saben, a lo largo de este curso y siguientes, irán “heredando” mi colección completa de Tintín, a condición de cuidarla y disfrutarla como yo lo he hecho.