El pastor anglicano William Buckland (1784-1856) fue un eminente geólogo y paleontólogo.
Su obsesión fue la observación científica, que le empujaba a experimentar personalmente con todos los elementos que estudiaba.
En concreto, comía en su laboratorio todo tipo de animales y plantas que caían en sus manos, por repugnantes que fuesen. Decía que lo peor que había saboreado eran el topo y los moscardones.
Su afán por probarlo todo le llevó a resolver un timo en una iglesia italiana donde cada día aparecía una mancha de sangre supuestamente santa.
Buckland se agachó, pasó su lengua por la sospechosa humedad y sentenció:
“No es sangre, es orina de murciélago”
¿La habría probado antes en su laboratorio?
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Visto en la revista Muy Historia, número 16