El tabaco, trabajar en una gasolinera, la exposición al sol, el alcohol, el café, las carnes procesadas, las bebidas muy calientes, la profesión de pintor, el incienso, los alimentos fritos, los precocinados, el amianto, los turnos laborales nocturnos, el mate, los desodorantes, el pescado, la sacarina, los tintes para el pelo y, por supuesto, los móviles.
Casi a diario, aparecen en los medios de comunicación, artículos o reportajes alertando de que un determinado producto, sustancia o actividad puede producir cáncer y, sin embargo, la inmensa mayoría de estas noticias parten de un error de base: no entienden, o directamente confunden, en qué consiste la clasificación de agentes cancerígenos realizada por la Organización Mundial de la Salud.
Así comienza mi artículo “Si el móvil no es peligroso, ¿por qué la OMS lo define como ‘posiblemente cancerígeno’?” en BuenaVida de El País. Si quieres puedes leer el artículo completo en este enlace