¡Qué atrevimiento!… ¡Qué pecado!
Estas eran las palabras de la madre de Humboldt cuando se enteró de que su joven hijo de 16 años, pretendía oponerse a la voluntad de Dios, instalando sobre el tejado un aparato que desviase los justicieros rayos de su camino natural…
El joven Alexander había oido hablar en una conferencia, de las virtudes del pararrayos inventado por Benjamin Franklin y, entusiasmado por aquella idea, no cejó hasta construir uno en su propia casa.
Los vecinos miraban aquel extraño amasijo de hierros en forma de lanza y se preguntaban para qué podría servir… Ellos no lo sabían, pero se trataba del primer pararrayos instalado en su país.
Aquel pais, era Prusia y en su capital, Berlín, nacía un 14 de Septiembre de 1769, Alexander von Humboldt, segundo hijo de una familia acaudalada y culta.
Desde pequeño ya correteaba detrás de las libélulas, haciendo extraños experimentos con las lagartijas y se dedicaba a emborronar decenas de cuadernos con apuntes sobre insectos, plantas y minerales.
De mayor, su buena educación en las Universidades de Francfort, Berlin y Gotinga, unido a las influencias de su familia, le procuraron un cómodo y bien remunerado empleo como inspector oficial de Minas del Gobierno.
A los 26 años, recibió una carta del propio Ministro de Minas en la que le concedía un ascenso por su trabajo. La respuesta de Alexander fue sorprendente: «Señor Ministro, estoy pensando en cambiar totalmente mi modo de vida y retirarme de la Administración. Todo lo que deseo es enrolarme en alguna expedición científica. Renuncio al ascenso y a mi puesto»…
Su sueño era seguir los pasos de Colón y para ello, se trasladó a Madrid. Allí tuvo la suerte de encontrarse con nuestro Carlos IV, que si bien no era un erudito, lo cierto es que le agradaban los naturalistas y le concedió todos los salvoconductos que necesitara para su expedición… aunque no le dió ni un duro para financiar su aventura.
Sin embargo, Humboldt era rico y no tuvo inconveniente en invertir buena parte de su fortuna en realizar aquella aventura. En compañía de Aimé Bonpland, un botánico reclutado en Paris, Humboldt partió del puerto de la Coruña a bordo de la corbeta Pizarro y tras una breve escala en Tenerife, se encaminó hacia Venezuela y las fuentes del Orinoco.
La aventura por tierras americanas tuvo resultados espectaculares: Una inmensa recolección y clasificación de plantas, comporobaciones geográficas y catalogación de especies vivas desconocidas.
Humboldt rellenó cientos de cuadernos con información precisa y su obra americana es una enciclopedia biológica de treinta Volúmenes.
Podéis descargar algunas de sus publicaciones en dominiopúblico.org
Las aventuras y descubrimientos de Humboldt lo llevaron por casi todo el Planeta:
– En 1801 se dirigió hacia los Andes por el rio Magdalena, visitando Bogotá, Quito y Lima, en donde formuló por primera vez una teoría que aún es tenida en cuenta por los antropologos: Los primeros pobladores de America debían de proceder del nordeste de Asia.
– Tras recorrer Mexico, llegó a Estados Unidos donde conoció al Presidente Thomas Jefferson y entre los que surgió una buena amistad. En una de sus muchas charlas, Humboldt sugirió al presidente la posibilidad de construir un Canal en Centroamérica entre el Atlántico y el Pacífico.
– En 1804 Humboldt regresó a Europa y se estableció en Paris, donde conoció a Napoleón. Sin embargo, para el emperador, el científico no era más que otro prusiano y por tanto, poco amigo de Francia. En su encuentro en las Tullerías de Paris, Napoleón se limitó a saludarle con una despectiva frase: «Me han dicho que usted colecciona plantas… También lo hace mi mujer…»
– Al establecerse en Paris, desde su Prusia natal le acusaron de traidor a la Patria y enemigo de la libertad. Sin embargo, Humboldt jamás hizo caso a aquellas acusaciones y afirmó que iría allá donde su trabajo y sus investigaciones le llevaran, sin importarle la política.
– Humbold era consecuente con lo que decía y su siguiente viaje fue a Rusia, donde aceptó el ofrecimiento del nuevo Zar Nicolás Romanov. La expedición duró un año y fue una inagotable fuente de conocimiento para el científico, que tuvo su reflejo en un monumental libro titulado Asia Central.
– A los 63 años y tras una vida de viajes, expediciones y descubrimientos, Humbold se proponía recoger todo el conocimiento acumulado en una ambiciosa obra, en la que quería «describir el Universo material por entero, cuanto sabemos del firmamento y de la Tierra, desde las nebulosas espirales hasta la geografía de los musgos, todo ello comprendido en un solo trabajo y expresado en un lenguaje que estimule los sentimientos».
Esa obra llevó por título Cosmos y no pudo ser concluida, ya que Humboldt murió el 6 de Mayo de 1859, cuando estaba terminando el Quinto Volumen.
Aún así, los Volúmenes escritos se han traducido a decenas de idiomas y han sido leídos por miles de lectores. Cosmos sigue siendo hoy uno de los libros científicos más bellos y apasionantes jamás escritos. En ellos, Humboldt demostró que los hombres podemos ambicionar conocerlo todo sin caer en la arrogancia de creernos posedores de la verdad absoluta.
Fuentes y más información:
– Foto 1: Retrato de Alexander von Humboldt (Oleo 1806)
– Foto 2: Humboldt y Bonpland en la selva amazónica del rio Casiquiare (Oleo 1850)
– Foto 3: Humboldt y Bonpland en el Chimborazo (Oleo 1810)
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