Pioneros en la conquista del fondo del mar (1930)

Por Guillermo, el 3 noviembre, 2008. Categoría(s): efemerides • expediciones • guillermo • navegación • personajes

GALERÍA DE PERSONAJES IRREDUCTIBLES

WILLIAM BEEBE Y OTIS BARTON

En junio de 1930 tuvo lugar un asombroso e histórico descenso al fondo del Océano Pacífico que supuso el inicio de una nueva era en el campo de la exploración submarina.

Y fue precisamente un revolucionario vehículo, la batisfera, y el arrojo y determinación de William Beebe y su compañero Otis Barton los que lo hicieron posible.

Este es el relato de su hazaña

William Beebe, explorador, zoólogo y naturalista estadounidense, había encabezado expediciones científicas de la Sociedad Zoológica de Nueva York a Nueva Escocia, México, Venezuela, La Guayana Británica, Borneo, China, Japón, el Himalaya…

Sus libros y ensayos gozaban de gran reputación entre la comunidad científica.

Beebe era también un gran submarinista. Provisto de escafandra había realizado centenares de inmersiones oceánicas en busca de seres marinos.

William Beebe soñaba con explorar los más profundos lugares, pero sabía que, con los medios de entonces, el peso de las capas de agua, sin más, bastaba para hacer que perdiera el conocimiento a los 60 metros.

En caso de descender mucho más, sería triturado por la presión.

En 1928 un joven ingeniero, Otis Barton, puso la solución encima de la mesa de Beebe en forma de plano. “Mi idea es muy sencilla”, dijo Barton, “sólo una esfera hueca de acero colgada de un cable”.

Encargaron el proyecto a una compañía hidráulica de Nueva Jersey, y en la primavera de 1930 estaban en condiciones de emprender la primera exploración humana hacia el profundo interior del desconocido océano.

Beebe bautizó a la bola de acero como “batisfera”, que proviene de la voz griega bathis, que significa profundidad.

La cápsula medía 1,38 metros de diámetro y tenía cuatro pequeños “ojos” de unos 45 centímetros de diámetro.

Su peso total era de 2.450 kg. y se bajaba desde el barco “Arcturus” por medio de un cable de acero irretorcible, hasta una profundidad máxima de 1.000 metros.

En su interior, tanques de oxígeno, audífonos para la comunicación con el exterior, herramientas….

Beebe decidió sumergirse en un lugar a unos 15 kilómetros de una de las islas Bermudas. Con él iba también Barton, que le acompañaría en la inmersión, y un equipo de 26 auxiliares.

Todos sabían el riesgo al que se exponían los buzos, si el cable se rompía dejaría al aparato sin posibilidades de regresar a la superficie y si la batisfera fallaba, sus ocupantes serían aplastados por la presión en un nano segundo.

Después de entrar ambos en la cápsula y agazaparse en su interior, Beebe dio la señal para que se cerrara la pesada tapa de casi 200 kilos.

Y comenzó el descenso: 15 metros… a los 60 metros se iban alejando de los rayos solares que penetraban en el agua… a los 90 metros Barton dio un grito de alarma, ¡se filtraba agua!, había ya medio litro en el suelo.

Beebe, sabiendo que la mayor presión del agua ajustaría la puerta contra la batisfera ordenó que los bajaran más aprisa.

Efectivamente, Beebe estaba en lo cierto y el agua dejó de entrar… 150 metros… la batisfera ya estaba descendiendo por regiones del mar totalmente inexploradas hasta ahora…

Pero a 240 metros Beebe dio orden de que los izaran, tenía la corazonada de que esta vez no debían descender más.

Habían estado encerrados en la batisfera una hora. Los buzos se desplomaron sobre la cubierta del “Arcturus” tiesos y doloridos, pero exultantes de felicidad.

A Beebe se le ocurrió la idea de que, hasta ahora, ningún hombre vivo, sólo cadáveres humanos en su camino hacia el fondo del mar, había llegado a esas profundidades.

Después de éste se sucedieron más descensos en la batisfera, hasta que en 1934 Beebe y Barton alcanzaron la profundidad máxima: 923 metros, marca que tardó 15 años en ser superada.

Pero bajar solo para superar marcas no tenía sentido para Beebe. Su única ambición era descubrir nuevas especies y observar comportamientos insólitos… y a fe que lo consiguió.

Lo que Beebe y Barton vieron en esos viajes fue un fascinante mundo de criaturas submarinas, tan asombroso que, por décadas, muchos dudaron de su veracidad.

Casi todos los animales que pasaban por las pequeñas ventanas jamás habían sido vistos, por lo que no tenían nombres.

Así, en la más completa oscuridad, únicamente alumbrados por el potente foco de la embarcación, Beebe vio un pez de más de medio metro, con aletas como “velas fantasmales”, al que llamó “velapalida”.

A 580 metros apareció otro extraordinario pez en forma de hoja, con el cuerpo plano y pardo. Beebe lo tuvo por “una de las cosas más encantadoras” que había visto.

A 600 metros otro, con boca y dientes enormes y un tentáculo en lo alto de la cabeza. Beebe sabía que aquel pez, como otros muchos que vio, no había experimentado ninguna transformación en centenares de millones de años.

A 640 metros pasó un gran dragón de mar de casi dos metros; hasta entonces los científicos dudaban de la presencia de peces tan grandes en profundidades medias.

A más de 800 metros apareció el primer Stylophthalmus vivo, tenía los ojos alojados en la punta de pedúnculos periscópicos que medían casi la tercera parte de su cuerpo…. y como estas, infinidad de especies y seres marinos.

En 1949 Barton diseñó, sobre la base de la batisfera, un Benthoscope y, ya sin Beebe, descendió a una profundidad de 1.372 metros, superando su propio anterior record y el de Beebe.

William Beebe, considerado por muchos como el “Jacques Cousteau de su generación”, se retiró en 1952 tras escribir multitud de artículos y libros acerca de sus asombrosos paseos submarinos y descubrimientos.

Falleció diez años más tarde, a la edad de 84 años.

Beebe y Barton fueron los pioneros, después llegaron otros como Auguste Piccard, inventor del batiscafo, y su hijo Jaques, fallecido hace unos días, el 1 de noviembre de este año 2008, y que alcanzó la máxima profundidad marina en un batíscafo, el Trieste (10.916 metros en 1960), descendiendo al lecho de la Fosa de las Marianas.

Pero las profundidades del océano siguen siendo nuestra última frontera inexplorada, donde innumerables maravillas esperan a la siguiente generación de “batinautas” que escojan viajar allí.

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Fuentes y más información en:

Web oficial de William Beebe

William Beebe: Going Deeper

Inventor of the week: Beebe

– Traducción del artículo “Where Wonders Await Us”, The New York Times Review of Books, Vol. 54, No. 20, 20 de Dic, 2007

Wikipedia

– Textos de las fotos editados por Guillermo

Artículo realizado por Guillermo

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Por Guillermo, publicado el 3 noviembre, 2008
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