Así lo creían firmemente durante el Imperio Romano y en la Edad Media.
Practicaban un método de adivinación o predicción del futuro conocido por “Sortes Virgilianae”, que consistía en que una persona formulaba una consulta sobre su futuro y, acto seguido, seleccionaba al azar un pasaje de la Eneida de Virgilio (70 a.C-19 a.C). El pasaje se leía y se interpretaba como respuesta a la consulta.
El prestigio del que gozaba Virgilio en aquella época era tal que se le consideraba un mago y un profeta, extendiendo su profecía a su obra cumbre: la Eneida.
Cuentan las crónicas que Adriano (76-138) señaló al azar un párrafo de la Eneida que predijo la aprobación por Trajano de su sucesión al trono imperial. Y que Claudio II también señaló un párrafo que predijo la muerte de su hermano Quintilo pocos días después de convertirse en emperador.
También fue utilizada la “Sortes Homérica” (utilizando la Ilíada y la Odisea de Homero).
Otras formas de bibliomancia (uso de libros para la adivinación del futuro) han sido muy comunes a lo largo de la Historia, con frecuencia utilizando textos sagrados como la Biblia (“Sortes Sanctorum”) o el Corán en la cultura islámica.
El método utilizado para la predicción podía variar según las costumbres.
A veces se formulaba la pregunta y el libro se dejaba caer, era recogido con los ojos cerrados y se señalaba un párrafo de la hoja por la que, aleatoriamente, se había abierto.
Otras veces se prefería que los libros fueran abiertos por algunos “profesionales” al efecto, que luego interpretarían el párrafo escogido.
Otra variante era la selección aleatoria de un libro de una biblioteca antes de escoger al azar el pasaje de dicho libro. Este era el caso también si un libro se había caído de un estante por su propia cuenta.
La bibliomancia también aparece en obras literarias como “Miguel Strogoff“ (1876) de Julio Verne, donde Feofar Khan condenó a Miguel Strogoff a la ceguera al señalar al azar en el Corán la frase: «Y él no verá más las cosas de esta tierra».
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