LA CURIOSA HISTORIA DE… LOS PRINCIPIA

Por Irreductible, el 28 junio, 2008. Categoría(s): astronomia • ciencia • curiosidades de la historia

PHILOSOPHIAE NATURALIS PRINCIPIA MATEMATICA
Cómo estaréis comprobando, ultimamente estoy realizando una serie de entradas dedicadas a la Historia de la Ciencia y sus curiosidades.
Con la incorporación de Guillermo al Blog, la sección de Historia está siendo cada vez más interesante y sus entradas estan llenando de post magníficos el área de Historia de la Aldea Irreductible… Sin embargo, el apartado de ciencia me estaba quedando un poco olvidado…
Para remediarlo, el otro día, con el Post de los inicios de la Paleontología, empecé un ciclo de entradas que estará dedicado a la Historia de la Ciencia y que estoy seguro vais a encontrar divertido y muy interesante.

Hoy voy a contaros las anécdotas que rodean al que se considera «el libro científico más importante de la Historia»: El Principia de Isaac Newton.

Nos trasladamos al año 1683 para conocer a tres grandes científicos:

– Edmond Halley: Astrónomo inglés que fue un todo-terreno en muchos aspectos: Fue capitán de barco, cartógrafo, profesor de geometría en la Universidad de Oxford, astrónomo real e inventor de la campana de buceo de alta mar. Escribió sobre magnetismo, las mareas y los movimientos de los planetas, e incluso sobre los efectos del opio. Inventó el mapa meteorológico, propuso métodos para determinar la edad de la Tierra y su distancia del Sol, y hasta ideó un método práctico para mantener el pescado fresco…
Hizo casi de todo, excepto descubrir el Cometa que lleva su nombre… En este caso, sólo se limitó a decir que el cometa que él vio en 1682, era el mismo que habían visto otros en 1456, 1531 y 1607. No se convirtió en el cometa Halley hasta 1758, unos dieciséis años después de su muerte.

– Robert Hooke: Hombre polémico y genial que también se adentró en multitud de campos… con mayor o menor fortuna. Se le recuerda hoy como el primero que describió una célula.

– Cristopher Wren: Que antes que arquitecto fue astrónomo… aunque hoy se le recuerde más por su trabajo en la reconstrucción de Londres tras el incendio de 1666 o por la construcción de la Catedral de San Pablo en Inglaterra.

Estos tres científicos, se encontraban cenando una noche de 1683 en Londres y la conversación se centró en los movimientos de los objetos celestes. Las últimas tendencias apuntaban a que los planetas orbitaban en un tipo particular de óvalo conocido como elipse, pero por aquellos años, todavía no se sabía por qué…

Wren ofreció generosamente un premio de 40 chelines (equivalente al salario de un par de semanas) a quien aportara una solución.

Esta apuesta fue el germen de lo que significó el punto de inflexión más importante en la Historia de la Ciencia: Los Principia de Newton.

Bueno… pero os preguntaréis ¿Qué tiene que ver Newton con esta apuesta realizada por otros científicos y en la que él no participó?…

Volvemos entonces a Edmund Halley para aportar otro dato de su personalidad: Era muy perseverante… Halley se tomó muy en serio esta «apuesta» y después de investigar durante meses sin resultado, se decidió a hacerle una visita y consultar esta interrogante con un profesor de matemáticas de Cambridge, que ostentaba la cátedra lucasiana (la misma que hoy ocupa Stephen Hawking) en aquella universidad: Sir Isaac Newton.

Nos adentramos ahora en el carácter extravagante y casi paranóico de Isaac Newton…
Newton era un genio, en el sentido literal de la palabra y con todo lo que ello conlleva: Sumamente inteligente pero solitario, triste, puntilloso hasta desesperar, pero también muy distraido y y capaz de las excentricidades más fascinantes… (En otro post hablare de estas rarezas de Newton).

Su despacho en Cambridge era un totum revolutum de papeles y pese a lo que muchos puedan pensar, la ciencia no era la mayor de sus ocupaciones… Pasó años enteros investigando en campos tan increibles como la Alquimia o realizando extravagantes estudios religiosos… Por ejemplo hay que destacar que aprendió hebreo para poder comprender textos originales e investigar mejor las supuestas claves ocultas en la arquitectura del Templo del Rey Salomón.

En 1936, el economista John Maynard Keynes compró un baúl de documentos de Newton en una subasta y descubrió con asombro que estaban mayoritariamente dedicados, no a la óptica o a los movimientos de los planetas, sino a la búsqueda decidida de un método para convertir los metales de baja ley en metales preciosos.

Cuando Halley fue a visitar a Newton, éste andaba distraido en aquel mar de papeles de su despacho.
Después de un breve saludo, Halley le lanzó a Newton su pregunta sobre el movimiento de los astros y planetas en el firmamento y cuál era la curva que mejor describía este movimiento.

Newton respondió inmediatamente que la elipse.
Halley le volvió a preguntar que cómo lo sabía…

Sir Isaac lo miró y le dijo, ante el asombro y alegría de su interlocutor: «Pues porque lo he calculado…»

Edmond Halley no podía creerlo… el genio de Cambridge había calculado cómo se movían los planetas y objetos celestes por el cielo, y con impaciencia le pidió que se lo enseñara…

Newton buscó las ecuaciones, pero no encontró aquel papel… Increible!!… es cómo si alguien hubiera descubierto la cura del cancer, pero hubiera perdido los papeles por algún sitio…

Presionado por Halley, Newton accedió a rehacer los cálculos y a escribir un artículo. Cumplió su promesa, pero luego hizo mucho más. Se retiró durante dos años, en los que se consagró a una profunda reflexión y a escribir, dando al mundo finalmente su obra maestra: Philosophiae Naturalis Principia Mathematica o Principios matemáticos de filosofía natural, más conocido como los Principia.

Tras la lectura de aquel manuscrito, Halley afirmó: «Nunca nadie antes se ha acercado tanto a los Dioses».
Por aquel tiempo, Edmond Halley había entrado a formar parte de la Real Sociedad y había legado a un acuerdo con ésta para publicar el libro… Sin embargo, se echaron atras argumentando dificultades económicas: la Real Sociedad había sufragado el año anterior un costoso fracaso financiero titulado The History of Fishes [La historia de los peces] y sospechaba que un libro sobre principios matemáticos no tendría precisamente una acogida clamorosa.

Halley, que no poseía grandes propiedades, pagó de su bolsillo la edición del libro.

Newton, tal y como tenía por costumbre, no aportó ni un duro para su publicación.

Y para empeorar las cosas todavía más, Halley acababa de aceptar por entonces un cargo como empleado de la Real Sociedad, y se le informó que ésta no podría permitirse abonarle el salario prometido de 50 libras al año… En su lugar le pagaron con ejemplares de The History of Fishes en vez de remunerarle con dinero.

Fuente | Libro: Breve historia de casi todo. Bill Bryson

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Por Irreductible, publicado el 28 junio, 2008
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