La curiosa historia de… La Paleontología

Por Irreductible, el 25 junio, 2008. Categoría(s): ciencia • evolucion • prehistoria

EL NACIMIENTO DE LA PALEONTOLOGIA

Nos situamos en 1787, en New Jersey.

Alguien, cuyo nombre no ha llegado a nosotros, encuentra un gran fémur que sobresalía de la orilla de un arroyo, en un lugar llamado Woodbury Creek.

Tras unas primeras observaciones, llega a la fácil conclusión de que ese hueso no pertenece a ninguna especie viva… al menos en New Jersey, pero no sabe de qué se puede tratar, puesto que los Dinosaurios eran desconocidos por aquel entonces…

Ahora podemos decir que aquel femur pertenecía a un Hadrosaurio, (en la foto) un gran dinosaurio bípedo con un característico pico de pato, que vivió en los territorios de Canada y Estados Unidos en el Cretácico Superior… hace unos 80 millones de años.

Aquel femur fue enviado al al doctor Gaspar Wistar, el anatomista más destacado del país, y que sin embargo, resultó la persona menos indicada para recibirlo.

El Doctor Wistar describió el hueso aquel mismo otoño de 1787 en una sesión de la Sociedad Filosófica Americana de Filadelfia. Pero, desgraciadamente, no comprendió la importancia de aquel hueso y se limitó a a formular unos cuantos comentarios cautos e insulsos, indicando que se trataba del hueso de una cosa enorme.

Desperdició así la oportunidad de descubrir los dinosaurios medio siglo antes que ningún otro.

En realidad, el hueso despertó tan poco interés que se guardó en un almacén y acabó desapareciendo. Con lo que el primer hueso de dinosaurio que se encontró fue también el primero que se perdió.

Es una increible oportunidad perdida y destaca sobre todo porque en aquel momento, Estados Unidos se hallaba inmersa en una intensa polémica científica con Europa, en la que este hueso podría haber sido de mucha utilidad…

Os explico esta polemica:

Unos años atrás, el gran naturalista francés Georges Louis Leclerc, Conde de Buffón, predecesor de naturalistas como Lamarck o Darwin, había realizado una afirmación que indignó el orgullo de la sociedad científica americana.

El Conde Buffón afirmaba que los seres vivos del Nuevo Mundo eran inferiores en casi todos los aspectos a los del Viejo Mundo. America, decía Buffon, era un continente en el que el agua estaba estancada, el suelo resultaba improductivo y los animales eran de menor tamaño y menos vigorosos, ya que debilitaban su constitución los «vapores nocivos» que se desprendían de sus ciénagas pútridas y sus bosques sin sol.

Esta clase de afirmaciones sublevaron a los Científicos americanos e incluso al propio presidente americano Thomas Jefferson que indujo a su amigo de New Hampshire, el general John Sullivan, a enviar veinte soldados a los bosques del norte a buscar un alce macho para regalárselo a Buffon, como prueba de la talla y la majestuosidad de los cuadrúpedos americanos. Los soldados tardaron veinte días en encontrar un ejemplar adecuado. Desgraciadamente comprobaron después de matarlo que carecía de la imponente cornamenta que había especificado Jefferson, pero Sullivan añadió consideradamente la cornamenta de un ciervo, proponiendo que se incluyese en el envío. ¿Quién iba a descubrir en Francia la verdad, después de todo?…

Aún así, las ideas de Buffon, fueron muy populares y gozaron de una pervivencia inverosímil, incluso pueden hallarse repeticiones o ecos de ellas en textos europeos hasta cerca de finales del siglo xix.

Se vivía en Estados Unidos una verdadera fiebre de animales grandes, que contrasta con el olvido que sufrió este primer hueso de dinosaurio, encontrado en New Jersey.

Entre tanto, en Filadelfia (curiosamente, la ciudad de Wistar) los naturalistas habían empezado a unir los huesos de una criatura gigantesca parecida a un elefante, que se conoció al principio como «el gran incognitum americano» pero que se identificó, no del todo correctamente, como un mamut.

El primero de estos huesos se había descubierto en un lugar llamado Big Bone Lick, en Kentucky, pero no tardaron en aparecer más por todas partes.

Parecía que el continente americano había sido en tiempos el hogar de una criatura de una envergadura verdaderamente considerable…, una criatura que refutaba las necias opiniones gálicas de Buffon.

Comenzaba la Era de la Paleontología

Sin embargo, los naturalistas americanos parece que se pasaron un poco en su afán de demostrar la envergadura y la ferocidad del incognitum. Se excedieron en seis veces respecto a su tamaño y lo dotaron de unas garras aterradoras, que se encontraron en las proximidades que correspondían en realidad a un Megalonyx, o perezoso gigante terrestre y que también tiene una curiosa historia relacionada con Jefferson.

Las investigaciones continuaron sobre este prodigioso incognitum (aún no se le llamaba mamut). Cuando se descubrieron unos colmillos se encasquetaron en la cabeza del animal de innumerables e ingeniosas formas.

Un restaurador los atornilló dirigidos hacia abajo como los de un tigre de dientes de sable, dotándolo así de un aspecto satisfactoriamente agresivo. Otro dispuso los colmillos de manera que se curvasen hacia atrás, basándose en la simpática teoría de que la criatura había sido acuática y los había utilizado para anclarse en los árboles cuando dormitaba.

Pero la consideración más pertinente sobre el incognitum era que parecía estar extinto…, un hecho que Buffon utilizó alegremente como prueba de su indiscutible naturaleza degenerada.

Buffon murió en 1788, pero la polémica continuó.

En 1795 se envió a París una selección de huesos, que examinó allí la estrella en ascenso de la paleontología, el joven y aristocrático Georges Cuvier.

Éste había demostrado ya su talento para dar una forma coherente a montones de huesos desordenados.

Se decía de él que era capaz de determinar el aspecto y la naturaleza de un animal, a partir de un simple diente o de un trocito de quijada, y en muchas ocasiones de indicar la especie y el género además. Dándose cuenta de que a nadie se le había ocurrido en América realizar una descripción formal de aquel voluminoso animal, lo hizo él, convirtiéndose así en su descubridor oficial. Le llamó mastodonte (que significa, un tanto sorprendentemente, «dientes de mama» ).

Fuentes y más información:

Internet | Wikipedia

Internet | Discovering Lewis & Clark

Internet | Awesome History

Biblioteca propia | Libro Una breve historia de casi todo, Bill Bryson



Por Irreductible, publicado el 25 junio, 2008
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