Orgulloso de ser español… a ratos, oiga, a ratos

Por Irreductible, el 3 julio, 2012. Categoría(s): articulo opinion

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Hace un par de días por fin tuve la oportunidad de disfrutar del piloto de «The Newsroom» la nueva serie del gran Aaron Sorkin, dedicada en esta ocasión a los entresijos de una redacción de noticias. El primer capítulo comienza con uno de los monólogos más espectaculares que he visto en mucho tiempo: Jeff Daniels, en el papel de presentador del telediario en una cadena de televisión, responde a una inocente jovenzuela que asume que Estados Unidos es el mejor país del mundo…

Y hete aquí que tan sólo un par de horas después de asistir a este inspirador discurso de Daniels comenzaba un carrusel deportivo de seis horas dedicado a la final de la Eurocopa entre España e Italia. Un desfile de paisanos que embadurnados de ceras rojigualdas entonaban ebrios de patriotismo y San Miguel, el ya célebre «Yo soy español, español, español«… al ritmo, eso sí, de la célebre canción rusa compuesta por Ivan Petrovich Larionov.

Así las cosas… ¿qué quieren que les diga? Si en este marcador del orgullo español tan solo contaran los éxitos deportivos, lo cierto es que podríamos sonreir y mirarnos el ombligo sin mucha contestación. Pero evidentemente, en ese ranking los hitos balompédicos tienen poco que decir.

¿Orgulloso de ser español?… pues a ratos, oiga.

Decía Arthur Schopenhauer que existen muchos individuos que al no poder enorgullecerse de algo propio eligen exaltar las virtudes del lugar en el que por casualidad nacieron, o como él mismo diría con sus propias palabras

«La especie más barata de orgullo es el orgullo nacional. Pues denota en el que adolece de él la falta de cualidades individuales de las que pudiera estar orgulloso, ya que si no, no se aferraría a lo que comparte con tantos millones«

Si trasladáramos a España la charla de Daniels en The Newsroom con más datos que ampliaran ese ranking, la visión que realmente nos queda de España dista mucho de provocar orgullo, y si lo hace es de la especie barata de la que hablaba el filósofo alemán. Un orgullo aleatorio, sin valor contable y demostrable, un orgullo de masas, a granel, más destinado a satisfacer las necesidades colectivas de un brillante, pero efímero, momento deportivo en lugar de adecuarse a las cualidades individuales del que lo entona.

Es cierto que, acostumbrados a que los telediarios y los medios informativos dediquen más de la mitad de su duración a los deportes y que seguramente dentro de poco nos sorprenderán con una sección dedicada en exclusiva a narrar lo que ha hecho ese día Cristiano Ronaldo o Messi en una sección entre las noticias nacionales y el tiempo, es posible que pensemos que el único elemento a tener en cuenta para elaborar un ranking de paises es la calidad de sus atletas… pero mientras ese momento llega, me gustaría ser algo más general e incluir otros aspectos influyentes para saber si somos los mejores o tan solo del montón.

Vivimos en un país que lleva casi 4 años recortando en ciencia lo cual nos coloca en un sonrojante puesto número 39 del mundo en cuanto a innovación. Algo que deberíamos unir a la preocupante situación educativa, puesto que nuestras Universidades, a pesar de ser cada vez más caras, siguen a la cola de los rankings. Actualmente para encontrar una Universidad española en el ARWU 2012 hay que hacer submarinismo y sumergirse hasta las profundidades abisales que se esconden más allá del puesto 200 del mundo.

Todo ello en un ambiente de hipocresía generalizada en el que los documentales de la 2 resultan ser el programa más visto cuando se le pregunta a la gente, mientras que inexplicablemente, la final de la Eurocopa consigue el record absoluto de share en la historia de la caja catódica.

IT’S NOT… BUT IT CAN BE

No hay mucho de lo que sacar pecho en estos días, quizá sea esa la razón por la que gritamos con tanto enfásis «yo soy español, español, español» cuando un millonario en pantalón corto empuja un balón detrás de la portería. Seguramente no lo cantaríamos al enterarnos que ocupamos un sexual puesto 69 en el Ranking de percepción de corrupción. Una posición de transparencia en la que nos supera Uganda, por muchos hastagh de twitter que se quieran crear.

No, la verdad es que los rankings no nos favorecen. La causa principal podría ser que estas puñeteras clasificaciones no se fijan en lo que realmente somos buenos, sino en otros datos tan irrelevantes como la economía, el desempleo, el salario y otras cosas en las que no lo somos… mala suerte. El problema no somos nosotros, el problema es eso que algunos llaman REALIDAD y que, en materia de rankings, pocas veces coincide con los realizados por la FIFA.

No obstante, y al igual que en el discurso de la serie, no me gustaría ser fatalista y caer en el derrotismo, dejando este artículo cojo sin añadir la parte del «But it can be…»

No, no somos los mejores… pero podemos mejorar. Hay muchas cosas en las que sí estamos a la cabeza, muchos campos donde aún podemos decir que somos la locomotora de Europa sin que suene a trasnochado eslogan político. Existen lugares donde abrimos brecha, donde marcamos la diferencia.

Somos el cuarto país en capacidad eólica instalada del mundo y el primer productor de electricidad eólica de toda Europa. La tecnología asociada a las energías renovables podría representar un futuro soplo de aire fresco para nuestra maltrecha economía tan necesitada de un modelo alejado del ladrillo.

A pesar de los asfixiantes recortes en Ciencia aún seguimos dando sorpresas. Tenemos científicos profesionales y bien preparados que inexplicablemente aún no han hecho las maletas para emigrar a lugares más comprensivos con lo que significa la palabra avance. Cuidémoslos como cuidamos a nuestros futbolistas. Dejémosnos de estupideces roncerescas y asumamos que podemos y debemos hacer mejores cosas que correr delante de un balón o detrás de un toro.

¿Orgulloso de España? digamos que me gusta mi país de vez en cuando. Digamos que hay ratos en los que me alzo la vista y digo olé, y otros en los que no me importaría que cayera un meteorito justo encima del record guiness que ondea en la madrileña plaza de Colón. Digamos que no me produce especial orgullo la azarosa cualidad de haber nacido españolito, pero que podría acudir gustoso a la llamada del barato henchir de pecho de Schopenhauer si de una puñetera vez se hicieran las cosas bien. Es ahí cuando me verían salir cantando al ritmo de kalinka, soy español, español, español…



Por Irreductible, publicado el 3 julio, 2012
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