¿QUÉ ES LA DESCOMPRESIÓN O ENFERMEDAD DEL BUZO?

Por Irreductible, el 9 diciembre, 2008. Categoría(s): ciencia • expediciones • medicina

La exploración de las profundidades marinas es un tema que tanto a mí como a Guillermo nos encanta.

Ya ha pasado en alguna ocasión por la Aldea en Post históricos como «Los primeros buceadores de la Historia«, «Beeve y Barton«, en Posts de Naturaleza Asombrosa cómo «Criaturas de las oscuras profundidades» o incluso en el capítulo músical dedicado a Kate Havnevik.

Sin embargo, este post de buceo va a ser algo más científico y tratará de explicar de manera fácil en qué consiste la llamada «enfermedad del buzo«.

Buscando información sobre ello, en el Libro de Bill Bryson «Breve historia de casi todo» he encontrado una de las más sencillas explicaciones de este proceso de descompresión, así que con su ayuda voy a comenzar el Post.

Y voy a empezarlo resaltando un dato sorprendente: Desde el fondo de la fosa oceánica más honda hasta la cumbre de la montaña más alta, la zona que incluye el total de la vida conocida tiene un espesor de sólo unos 20 kilómetros… no es mucho si se compara con la espaciosidad del cosmos en su conjunto.

El hombre ha conquistado el punto más alto de la tierra, el Everest. El afortunado aventurero que lo logró, Edmund Hillary, tiene un lugar especial en la Aldea Irreductible y cuenta con un Podcast dedicado a su vida.

Sin embargo, las profundidades nos tienen paralizados desde hace siglos y siguen siendo territorio inexplorado. Personalmente pienso que afortunadamente lo siguen siendo.

Y este «pequeño retraso» en los descubrimientos no nos llega del hecho de que no podamos respirar bajo el agua… El problema fundamental es la presión, ella es la culpable de que jamás podamos llegar a los fondos marinos de una manera natural, es decir, sin ayuda de máquinas o submarinos.

El agua es unas 1.300 veces más pesada que el aire, la presión aumenta rápidamente cuando desciendes, en el equivalente a una atmósfera cada 10 metros de profundidad.

En tierra, si subieses a la cima de un edificio de 250 metros el cambio de presión sería tan leve que resultaría inapreciable. Pero a la misma profundidad bajo el agua las venas se colapsarían y los pulmones se comprimirían hasta las dimensiones aproximadas de una lata de refresco.

No sé exactamente a qué profundidad está actualmente el record de inmersión, pero al parecer el genio en este arte es un italiano llamado Umberto Pelizzari que ha ido batiendo marcas sin parar. La última hazaña fue en 2001 donde logró descender a 131 metros.

Aún así, y recordando la gran película «El gran azul«, es una distancia irrisoria si la comparamos con los más de 11 Kilómetros de profundidad de la Fosa de las Marianas.

Allí, a unos 11,3 kilómetros de profundidad, las presiones se elevan hasta más de 1.120 kilógramos por centímetro cuadrado.

Sólo una vez hemos logrado, brevemente, enviar humanos a esa profundidad en un sólido vehículo de inmersión: El Batiscafo Trieste de August Picard, que ya pasó por la Aldea hace un tiempo.

La mayoría de la gente considera, incluidos los autores de algunos libros de divulgación sobre oceanografía, que el cuerpo humano se arrugaría bajo las inmensas presiones de las profundidades oceánicas. Pero no parece que sea así, en realidad.

Como también nosotros estamos hechos principalmente de agua, y el agua es «casi incomprimible —en palabras de Frances Ashcroft de la Universidad de Oxford—, el cuerpo se mantiene a la presión del agua que lo rodea y no resulta aplastado en las profundidades».

La causa de los problemas son los gases del interior del cuerpo, sobre todo de los pulmones. Éstos sí se comprimen, aunque no se sabe en qué punto resulta mortal la presión.

El auténtico terror de las profundidades es, sin embargo, la enfermedad del buzo…, no tanto porque sea desagradable, aunque sin duda lo es, sino porque es muy probable que se produzca.

El aire que respiramos tiene un 80 % de nitrógeno. Al someter a presión el cuerpo humano, ese nitrógeno se transforma en pequeñas burbujas que pasan a la sangre y a los tejidos. Si cambia la presión con excesiva rapidez (como en una ascensión demasiado rápida de un buceador), las burbujas atrapadas en el organismo empezarán a bullir exactamente como lo hacen las de una botella de champán al abrirla, atascando pequeños vasos sanguíneos, privando a las células de oxígeno y causando un dolor tan intenso que quienes lo padecen suelen doblarse angustiados por los retortijones…

Edito el interesante comentario del usuario nfinlandia desde Menéame:

La mayoría de los síntomas neurológicos ocurrirán dentro de la hora después de salir a la superficie.Aproximadamente 85% de los síntomas de la enfermedad por descompresión ocurrirán en el lapso de una hora y sólo el 1% se desarrollan después de 6 horas.

¿Cómo evitarlos?
Esta enfermedad es una amenaza para todos los buzos que no siguen las tablas reconocidas de descompresión correctamente. Pero aún cuando estas tablas se sigan correctamente, hay un riesgo marginal de desarrollar la enfermedad. Por esta razón, es muy importante que se sigan las tablas adecuadamente y posiblemente conservadoramente. El tiempo extra tomado para la descompresión hoy, puede dar como resultado poder caminar dentro de cinco años.


Música del Post | Emiliana Torrini

Fuentes y más información: Wikipedia | Bill Bryson | Bajoelagua.com | August Picard | Frances Ascroft

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Archivado en la Sección: Los Artículos de la Aldea (Apartado de Ciencia)

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Por Irreductible, publicado el 9 diciembre, 2008
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